Sequía y desertificación en creciente
19/06/2024 - Son producidas por la actividad humana y el cambio climático. Mayoritariamente el proceso se acelera por actividades económicas vinculadas al mal uso de la tierra, como deforestación, sobrepastoreo y agricultura intensiva. Es necesario frenar la degradación de la tierra que termina afectando a los más pobres.
El Día Mundial Contra la Lucha de la Desertificación y la Sequía refiere a algunos de los retos medioambientales más acuciantes de nuestro tiempo. Actualmente, se considera degradada hasta un 40% de la superficie terrestre, convirtiéndose en uno de los problemas más importantes de nuestra era, aunque la población tenga poca información al respecto.
Una tierra con buen estado de salud nos proporciona casi el 95% de los alimentos, nos viste y nos da cobijo, nos proporciona trabajo y medios de subsistencia, y nos protege frente a sequías, inundaciones e incendios forestales. Ese modelo de utilización de los recursos naturales se ve seriamente afectado por el crecimiento demográfico, el modelo productivo que se lleva adelante y el consumo insostenible, que presiona cada vez más el repositorio natural. Esa presión excesiva sobre la tierra tiene como consecuencia natural la degradación, que ocasionalmente deriva en desertificación de la misma, a la vez que el cambio climático conlleva a las sequías más prolongadas y graves. Todo esto tiene como consecuencia la migración forzosa de personas y poniendo en peligro la salud alimentaria y medioambiental de otros millones de humanos.
Debemos definir como desertificación a la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, mayormente causada por la actividad humana y las variaciones climáticas.
La misma se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, es decir un tercio de la superficie planetaria, como también a la sobreexplotación y al uso inadecuado. Entre otras presiones sobre el terreno se cuentan la deforestación, minería, sobrepastoreo y mal uso del riego.
Un término que se diferencia es el de desertización, es decir, que una zona se convierta en desértica producto de un proceso natural, como lo ha sido en el Sahara africano.
En cuando las causas que lo producen se consideran factores que hacen a la desaparición de la cubierta vegetal, que es la responsable de mantener o sostener la capa fértil del suelo. La misma es eliminada a través de la tala de árboles y arbustos destinados al uso maderero, como combustible o para la obtención de tierras para el cultivo. A su vez, en suelos débiles, el sobrepastoreo, como también la excesiva carga ganadera, hace que la regeneración de plantas no se de al ritmo de crecimiento, siendo consumidas por los animales y/o destruidas por sus pisadas. Otro factor a considerar es el rol de la agricultura intensiva, la que contribuye al agotamiento de los nutrientes del suelo, impulsando su vulnerabilidad a factores climáticos como exceso o faltante de humedad, escurrimientos o voladuras del mismo a cusa del agua y viento. Una vez alcanzado el nivel de vulnerabilidad, el agua y el viento terminan la labor, llevándose la capa superficial de suelo fértil, dejando el espacio improductivo.
En los últimos años, lamentablemente, nos estamos acostumbrando a fenómenos climáticos repentinos y violentos, este no es el caso. La desertificación es una compleja amenaza medioambiental que avanza lenta y firmemente, cuyos resultados pueden ser más catastróficos y de un alcance de gran magnitud. Su presencia impacta en el ámbito socioeconómico, causando más muertes y desplazamientos que cualquier otro evento. Sus efectos son multicausales, tienen impacto en la biodiversidad, seguridad alimentaria, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.
Para el año que viene se esperan que 1.800 millones de personas tengan una escasez absoluta de agua, y dos tercios no dispondrán de suficientes recursos hídricos.