Niñez, adolescencia y familia: un colectivo de trabajo
13/11/2024 - César Tordó es la cabeza del área. Decide pensar y decidir en equipo frente a una problemática que crece en contextos críticos. Aunque no siempre alcanza la resolución en los tiempos deseados, agradece al trabajo que se logra con múltiples instituciones. Se trata de dar contención con una amplia red del entramado social y “estar preparado para la frustración”.
El Director de Niñez, Adolescencia y Familia de la Municipalidad, el psicólogo César Tordó, le gusta hablar del equipo con el que trabaja. Al explicar la dinámica de su labor y las problemáticas que deben resolver, tanto en lo inmediato como en la resolución en el mediano y largo plazo, debe hablar de las múltiples profesiones que intervienen y las numerosas instituciones y dependencias gubernamentales con las que debe interactuar.
El funcionario explica que su trabajo “no siempre es exitoso en cuanto lograr los objetivos que nos planteamos, porque los tiempos subjetivos y vinculares no son instantáneos”. Expone que “cuando una familia empieza a tener ese miramiento responsable sobre sus hijos, ahí es cuando cumplimos nuestros objetivos, y nadie se entera de eso, ni debe enterarse. Este es un trabajo que cubre todas las franjas sociales, porque el abuso sexual o la violencia es transversal, como también el consumo de sustancias, atraviesa a todos”.
Al analizar el grado de satisfacción con su trabajo, Tordó manifiesta que “para trabajar en esto uno tiene que estar preparado para la frustración, pero lo que lo hace realmente interesante es que lo colectivo es lo que lo habilita, no hay forma de abordar estos temas si no es en una trama social, colectiva”.
Relata que en la oficina “funciona un organismo administrativo que se llama Servicio Local de Promoción y Protección de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, el que recibe pedidos de intervención de distintas áreas por situaciones de vulneración de los derechos de ese segmento. Las problemáticas que trabajamos son todas las formas de violencia, física, sexual, psicológica o emocional y negligencia. Pero también trabajamos otras cuestiones conflictivas vinculares, que es el conflicto intrafamiliar, que se presenta de maneras distintas, y que resulta vulneratoria para la integridad síquica; pero hay otros temas, como la deserción escolar, el acompañamiento de adolescentes que tienen causas penales, y todas las situaciones que implican ausencia de cuidados por parte del adulto referente. Esa es nuestra competencia originaria, cuando un niño no tiene un adulto que lo sostenga, contenga, acompañe o proteja”.
En el área se ocupan de personas desde que nacen hasta los 18 años de edad. Y los casos llegan a través de distintos canales, “el más importante es el sistema educativo, luego el poder judicial a través de los distintos fueros, como el Juzgado de Paz que actúa frente a cada denuncia de violencia intrafamiliar donde haya niños, sea víctima o testigos de la situación; la Fiscalía, cuando los niños son víctimas de delitos, sean amenazas, lesiones, abusos, etc. El Juzgado Penal Juvenil, cuando cometen delitos; y el Juzgado de Familia, que interviene en los casos en los cuales el cuidado de los niños está a cargo de personas que no son la familia. La tercer y última forma es por presentación espontánea, un vecino o un familiar que venga a decir que existe alguna situación” que merece su intervención. El concepto lo enmarca en el de corresponsabilidad, el cual emerge de la nueva legislación en 2005, por la que “se hace corresponsable a una comunidad por los derechos de niños, niñas y adolescentes, haciéndonos cargo a todos a comunicar situaciones, aún cuando no somos familiares”.
En el hecho de informar situaciones, Tordó reitera el compromiso del sistema escolar en ello. “Después de 12 años de trabajar en esto, es muy destacable el rol de las instituciones educativas, hoy sus equipos no dudan en hacer una denuncia, y eso, a veces, es el inicio de una cadena de intervenciones, como también del rompimiento del silencio al interior de una familia. A veces esa vulneración se va transmitiendo de una generación a otra; como decía Freud, lo que no se nombra o no se elabora, se repite”. El hecho de hablar, “el contar es reparatorio, se corta, no solamente con el padecimiento, sino las vinculaciones de generaciones, que, si no son contadas, se repiten. Por eso hay que creer al niño, es el derecho fundamental”.
Tordó analiza que, en su equipo, “que es multi y transdiciplinario se revaloriza un relato, se le da lugar a la escucha. Aquí somos alrededor de veinte profesionales, es un trabajo basado en la confidencialidad en la que la familia ventila cuestiones muy íntimas, las más sensibles para ellos. Hablar estos temas es difícil, y cuando lo hacemos desde una oficina pública, debemos ser cuidadosos, con un abordaje serio, objetivo, sin distinciones”. Y las resoluciones que se toman, “se hacen en comunidad, no es mi figura la que decide, las estrategias de restitución de derechos son colectivas, en equipo. Aquí tenemos psicólogos, docentes, terapista ocupacional, psicopedagogas, abogada, trabajadoras sociales, administrativos, acompañantes terapúticos más el equipo de Urdampilleta y Pirovano”. A su vez se articula “con el resto de la comunidad, como el hospital, desarrollo social, jardín maternal, CAPs, se los incluye en los dispositivos disponibles en la comunidad, como deportes. No se trata de sacarle el pibe a una familia y meterlo a un hogar; ahora la comunidad se apropia de él. Obviamente hay un montón de pibes a los que no llegamos, que quedan por fuera”, con eso reclama más trabajo. “Hoy no se piensa en los niños como un objeto, sino como un sujeto que decide, con su familia, incluso con sus dificultades, sus intermitencias y con su no poder. Tratamos de apuntalar a la familia para que pueda, debemos pensar por qué una mamá no puede criar a su hijo como necesita, hay que ver el contexto, si es violentada, si tiene trabajo. Hoy tenemos un tejido cada vez más desfavorable, todas esas cuestiones deben ser consideradas al ver las capacidades de cuidado de una familia”.
La estadística se lleva a través de “un sistema, el REUNA, Registro Unificado de Niñez y Adolescencia, al que se cargan todos los casos de la provincia, pudiendo hacer el seguimiento de las migraciones interprovinciales. Si tuvo una intervención en otro distrito, nosotros ya tenemos un punto de partida. Hay que considerar que anualmente nosotros tenemos entre 250 y 300 nuevas situaciones de vulneración, más los seguimientos, que en algunas familias llevan años”. Tordó acepta que “nos piden intervenciones todo el tiempo y de todos lados, aquí evaluamos la urgencia, si alguien está en riesgo ante ese escenario, y ahí se establecen las prioridades”.
En una mirada acerca de las transformaciones de los últimos años y en situaciones de crisis creciente, el psicólogo explica que “lo pensamos en relación al adulto, en el pivoteo que se da entre el adulto y el niño, entre el ejercicio de filiación y crianza en el que los adultos tenemos la obligación de hacer a diario, el de ahijar y criar. Primero lo vemos desde las cuestiones básicas; el no poder garantizar a tu familia las necesidades básicas incrementan la tensión en una dinámica vincular, en esa frustración y angustia de no saber qué hacer, esas tensiones circulan en la familia. Muchas veces los pibes y pibas son depositarios de esa tensión, empieza a tener síntomas”. Esa “pulsión está más o menos compensada, estabilizada, que puede aparecer en un síntoma como adolescentes que se cortan, lastiman o se ponen en riesgo en serio, el consumo, la fuga… ahí hay dificultades para sostener lo que a ellos les pasa. En los niños pequeños se suelen dar otras formas, como la regresión en pautas de desarrollo, como una recaída en el control de esfínteres, en el lenguaje o en el aprendizaje”, por ejemplo.
Explica el psicólogo que “todo niño y adolescente debe ser mirado desde una asimetría deseable, en el que el niño depende del adulto. Es la especie más indefensa de todas para llegar a ser autónomo”. De allí que su trabajo “consiste en apuntalar a las familias para que puedan en ese proceso”, acción que apuntalarse con otras áreas del organigrama municipal.
El trabajo del área se caracteriza por tener poca presencia mediática, “lo decidimos así, solamente lo hacemos a través de acciones como puede ser el programa Juguemos Piola o en los eventos municipales en los que tenemos un sector infantil, pero el trabajo duro lo hacemos silenciosamente”.
El énfasis en lo grupal se basa en que “aquí se toman decisiones que marcan un derrotero de vida para los niños; a veces una restitución de derechos no siempre es posible en el seno familiar, sino que hay escenas que se vuelven irreversibles, donde los menores no pueden seguir viviendo con la familia, entonces una de las posibilidades es la adopción, debemos declarar la adoptabilidad del niño, es decir la irreversibilidad de la situación familiar; es un momento durísimo. Eso se lo comunica al juez y comienza el proceso de adopción. Otra situación muy difícil es cuando excepcionalmente se saca al niño del ámbito familiar, sea hacia una familia ampliada o cualquier referente del niño, o un ámbito institucional; eso es muy duro porque se les debe explicar por qué no pueden vivir más con su familia. Los niños deben estar informados de la situación, en ello se tiene en cuenta el concepto de autonomía progresiva, por lo que no tendrán la misma posibilidad de decidir uno de cinco que otro de dieciséis”, culmina analizando.