Malestar en las escuelas, Aprender a perder-se?
25/10/2022 - “La vida es energía y tenés que elegir: ser un fusible o un trasformador” Adolescente (17 años)
Por Anahí Inda | Lic. en psicología | Docente
Crece la preocupación por la violencia en las escuelas, ante lo que los adultos entran en urgencia; “algo hay que hacer” suena el imperativo, pero es un objetivo que no alcanzan, con el que no pueden cumplir. Tal vez en esta encrucijada, la salida sea demorarse en la acción, porque se cree que hacer algo es “hace lo que hay que hacer”, lo que corresponde y poca confianza se le tiene al devaneo, a lo que parece pérdida de tiempo. Tal vez se trate de dejarse llevar por caminos que no llevan a ninguna parte, perderse para poder encontrase; demorarse de la acción, para no buscar sino encontrar las salidas posibles.
Ante la violencia entre pares, los adultos deben posicionarse como terceros en posición asimétrica, pero no en términos de saber más…, sino como soporte, desde una posición de cuidado que no puede delegarse. Ofrecer un lugar de oyentes, escuchar el dolor que cada uno porta; postergando el juicio, que puede llevar a impartir castigos humillantes, el “no te da vergüenza” o las condenas públicas en redes sociales.
Los adolescentes pierden el miedo, ¡por suerte! porque si el límite se pone a través del miedo el crecimiento sería imposible, además siempre pueden responder y devolver lo que consideran una incitación, una provocación o una agresión; pero si no hay presencia de los adultos, se rompe el vínculo, dejándolos afuera de poder triangular lo que les pasa. No se trata de la nostalgia por lo perdido, porque las formas de autoridades opresivas en las cuales se actúa con indiferencia a los deseos de los subordinados, ya no encuentran lugar en una sociedad en plena transformación, y entonces los chicos, como individuos autónomos que deben autorregularse y autogobernarse, quedan desorientados.
Los adultos debemos hacer, pero no como pasaje a la acción o desde el lugar del saber; sino hacer acto, presencia, para propiciar que algo suceda, no lo trágico, sino un movimiento que permita a los adolescentes ir del hacer al decir, a modo de caja de resonancia, para resonar juntos, con capacidad amorosa, dando lugar a cada uno en su padecimiento; para dar lugar al encuentro, porque la salida debe ser novedosa, y los adolescentes siempre pueden sorprendernos con su inmensa capacidad creadora. Se trata de abstenerse de saber que hacer, para poder escuchar, siempre es tiempo de empezar…
“Escuchar a alguien significa oírle sin reducirlo a lo que dice o a lo que comprendo de él”
(Denis Vasse)