Lamarque, sacando enseñanzas a la vida

Lamarque, sacando enseñanzas a la vida

15/06/2024 - La bioquímica lleva medio siglo de laboratorio. De raíces inmigrantes, vasca, ha militado la impronta de “estudiar para salir de pobre”. Se define como apasionada de la profesión, se la ve curiosa por seguir aprendiendo y reflexionando sobre la potencialidad que se dejar perder en el país.

Alicia Lamarque lleva cinco décadas como bioquímica, una profesión con la que se fue encontrando y a la que ha dedicado su vida. De origen humilde, cumplió el mandato paterno: “estudiar para salir de pobre”. Marcada por la vida docente, ha tomado cada desafío como una enseñanza, la que pretende transmitir.

Se define como una persona a la que le gusta la comunicación oral, el diálogo, “ver cómo me responden, si me reciben, me gusta conversar, y por eso sigo trabajando”, dice a pesar de sus cincuenta años de profesión.

Consciente de su historia, y marcada por sus ancestros, relata que es nieta de dos vascos divididos por los Pirineos, el abuelo francés y la abuela española. “Llegaron acá, se conocieron y pusieron una fonda, mi abuelo muere muy joven y queda la abuela sola con sus dos hijos chicos. Yo me pregunto cómo la debe haber pasado al frente de un negocio como era la fonda en esa época”. Esa historia marca un poco su propia génesis, pues su padre de muy joven se fue a Buenos Aires, hasta que, al volver a Bolívar, terminó de “hacerse cargo del hotel (Goitías) y la fonda, donde todos teníamos alguna actividad designada, porque venía mucha gente de toda la zona”. Los Lamarque eran dos, padre y tío, “mi papá empezó a marcar camino, nos empezó a decir que la forma de salir adelante era con estudios. Todos fuimos profesionales, mis dos hermanas farmacéuticas, yo bioquímica y mis primos Pancho y Adrián”. De allí destaca algo que reitera, “la visión de mi padre para mandarnos a estudiar, tres mujeres profesionales en un momento donde el rol de la mujer no era como el actual”.

Al egresar la secundaria se encontró con la elección, ¿qué estudiar? Conversando con sus hermanas surgió como opción la bioquímica, “una carrera que aparentaba ser de mucho futuro”, y bromea “que, si hubiera estudiado farmacia, no tendría que seguir con los tubitos del laboratorio. Nosotros -yo casada con un médico- tuvimos que lidiar siempre con las obras sociales”.

Ya en la facultad, reconoce que “me costó muchísimo. La carrera más difícil en la facultad más difícil; yo nunca había rendido un final, así que en el primero me fue mal. Fue mi hermana la que me enseñó a estudiar, sin memoria, a relacionar. Por eso es que siempre destaco que en la vida te aparecen las oportunidades para mejorar. Así es que aprobé y aprendí. Al año siguiente me encuentro con la materia más difícil, dada por una eminencia con reconocimiento internacional, que no tenía material de lectura, solamente su clase magistral. Pero ese año mi papá había ido a Estados Unidos y me trajo un grabador de cinta, al año siguiente volví a cursar, grabé todas las clases y terminé promocionando con un 100/100”. Nuevamente destaca que “uno en la vida la tiene que pelear, porque no es fácil, y ese éxito me dio el empuje para terminar el resto de la carrera”.

Lamarque siente la herencia de una familia que siempre tuvo que salir a ganarse la vida, “mis bisabuelos tenían un campito en Francia, que quedaba para el mayor, el resto tuvo que salir a ganarse la vida, y así llegaron aquí”. Ello lo ha puesto como un norte en su vida. “Yo no sabía si me iba a volver a Bolívar. Pero cuando me fui a estudiar, al poco tiempo me hice de novio con Coco (Jorge Woycik), él ya se había venido”. Al rendir su última materia, su padre fallece en un accidente automovilístico. Eso termina de reorientar su vida hacia su lugar de nacimiento.

Se recibió, “a los veinte días nos casamos”. No fue una vida fácil la de los principios, “yo intentaba ingresar a alguno de los laboratorios de la época, tanto Bianchi o Sangrígoli, Poffo era el más joven, y aunque tuviera buena relación, no conseguía trabajo. Un día me fui a sacar un préstamo al Banco Nación, unos mil quinientos pesos para comprar los equipos básicos. Lo único que tenía era un buen microscopio que me había traído papá desde Alemania”.

 

 

Aquél 1974 inauguró el laboratorio “en un departamentito que había atrás de la casa de mi mamá. También vivíamos con ella, porque no teníamos dónde caernos muertos, y vinieron los hijos; cuando nació la tercera decidimos mudarnos, pudimos comprarnos la casa en la que vivo”.

La carrera también estuvo marcada por su existencia, “mi vida tuvo muchos altibajos, después de mi papá, también murió mi hermana en un accidente. Yo me dedicaba a trabajar para no pensar; cuando se enfermó Coco tenía a mis hijos estudiando en Buenos Aires, viví un montón de años puestos en tratar de mantener la familia, lo que no es fácil. Yo trabajaba hasta tarde siempre, había que generar dinero para que mis hijos se reciban”. Al analizar la profesión la define como “apasionante, como la medicina, con la diferencia que ellos tratan los síntomas en tanto nosotros buscamos qué los produce”.

Siempre inquieta en su búsqueda intelectual, actualizada profesionalmente, declara estar “por hacer un curso de Inteligencia Artificial para bioquímicos para poder conocer en qué se está; todo es para resolver los problemas. La biología molecular ha logrado un enorme desarrollo. Hoy los chinos están diagnosticando con un análisis un diagnóstico temprano del Alzheimer, enfermedad que todavía no tiene solución. Todo eso es una tarea de los bioquímicos”, defiende apasionada.

En el trabajo diario, dice Lamarque, “uno se encuentra con desafíos. Al inicio de nuestra carrera teníamos una distancia o competencia con los médicos, ahora se le da otro lugar. A mí me apasiona tener contacto con el paciente, saber qué le pasa o qué le han dicho, de esa manera me puedo dar una idea de lo que tiene, y en algunos casos nos ha servicio mucho. Uno aprenda a ver cómo las patologías influyen en el paciente. Hay cuestiones que te das cuenta con solamente mirar un microscopio”.

La profesional hace un recorrido de los avances tecnológicos aplicados a su profesión, cuestión que comparten muchos en localidades como las nuestra: “hay equipos que son tan caros que no los podés amortizar, he adquirido tecnología que, al romperse, no hay forma de reponerlo, o simplemente cosas que se rompen por un corte de energía eléctrica”.

Cierra una amena conversación con una reflexión: “el país que tenemos es muy difícil para hacer lo que podríamos hacer, sacar nuestra potencialidad adelante. Fíjate que nosotros teníamos tres clínicas, hoy ninguna”, sintetiza.

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