La psicopedagoga que lo reinventó

La psicopedagoga que lo reinventó

23/10/2024 - Rosario Mastrángelo ganó un premio nacional sobre su profesión, y Melina Navone es la mamá involucrada en el caso de estudio, hoy, casi una experta en la temática. La cuestión pasa por centrarse en la familia y en un trabajo conjunto en el que todos aprenden.

Rosario Mastrángelo estudió psicopedagogía. Hoy tiene su propio consultorio, su agenda muy ocupada y acaba de ser reconocida en un premio a nivel nacional por la Federación Argentina de Psicopedagogos.

Habla con tanta pasión sobre su profesión, que la premiación pasa a ser anécdota. Una de sus primeras pacientes es la hija de Melina Navone, una mamá que también atravesó años de formación docente, que el contacto y la labor con la profesional, terminaron por redefinir la vida de su hija, y su propia transformación.

Mastrángelo recorre sus cuatro años de consultorio, la hija de Navone fue formalmente su primera paciente, lo que la llenó de preguntas, inseguridades y propuestas innovadoras que terminaron por definir su profesión. Expone que, al abrir la puerta, “la otra persona te está abriendo la puerta a vos, porque ellos te están invitando al mundo”, define que quedarse en la evaluación del coeficiente intelectual la aburre, “yo quería hacer algo distinto, no quedarme en el reduccionismo. No voy a pisar otras profesiones, trabajo con otras profesionales” y suma disciplinas. Interpreta que cada paciente “viene como un sujeto en sí, atravesado por toda una historia”.

Sus primeras experiencias fueron como técnica, ya que “no había terminado la tesis para que me den el título de licenciada”, y vuelve a exponer su criticidad: “como otra ilegalidad del sistema, no hay colegio de psicopedagogos, es decir que cualquiera puede presentarse, decir que lo es y le dan una matrícula”.

Con su característica conciencia crítica, queriendo ir más allá, “me empecé a meter en orientación a padres”, todavía sin saber muy bien, “hice congresos de orientación a padres, formación en crianza respetuosa, había algo ahí que a mí me gustaba”.

Teniendo su propia dislexia como experiencia de vida, explica que la ha obligado a ser “muy interdisciplinaria en mi vida. Así que yo sabía que también este agujerito, este reduccionismo terapéutico funciona en la práctica”, donde se supone que hay que llegar a distintos resultados haciendo lo mismo. “Entonces yo tenía que aprender algo; pero los que tienen que aprender son ustedes como padres. Y en ese proceso, un día llegó Melina”.

Navone, mamá orgullosa de lo logrado en el proceso, se afirma como “una persona muy creyente. Yo creo que Dios nos pone siempre en lugar a las personas. Yo hacía tiempo que buscaba una psicopedagoga”, y se encontraron. Analiza lo conceptual, lo semántico, el sentido percibido de la psicopedagogía. “A uno le dicen psico y ya tenés etiqueta de loco. Hay como una resistencia, es la realidad”. Sin embargo, yo quería “llevar a mi hija a una psicopedagoga. No era porque sí, yo tenía ciertas concepciones, uno tiende a googlear todo y la gente te va diciendo diagnósticos, que es autismo, Asperger, dislexia, esto y aquello. De tanta información estamos desinformados”.

En ese momento, en que la nena comienza el jardín, también lo hace la pandemia de Covid, después de quince días. “Estábamos encerradas, un día fuimos a la plaza, había otra mamá jugando con una nena, me levanté y le pregunté si era psicopedagoga. Me respondió que ella no, pero que sí lo era su niñera”, y así comenzó la historia.

Navone afirma llevar su propia historia consigo, “soy mamá soltera, veníamos de la virtualidad, las maestras tuvieron que inventarse, yo tenía una nena frente a la tecnología, todo eso nos perjudicó mucho, ni siquiera se interesaba, no le prestaba atención, no quería hacer los deberes. Me costó dar el primer paso”, sostiene.

Ya analizando el proceso siguiente, Navone señala a Mastrángelo y asegura que “uno como mamá quiere que su hijo esté bien, Rosario nunca me dejó abandonar, he tenido muchas subidas y bajadas, pero ella siempre me hizo seguir y seguir”. Reconoce haber hecho previamente un largo recorrido de profesionales de distintas especialidades, “he tenido discusiones; hoy la nena va a la fonoaudióloga, a la psicóloga y aquí, hoy viene a sus terapias, a su espacio, con placer. Pasó de ser una nena que lloraba, que no quería saber nada, a una nena que quiere contar y mostrar. Y está súper alfabetizada y hacer actividades”, señala.

Del otro lado, Mastrángelo reafirma que “el acompañamiento de ella” es fundacional para los logros de la nena, porque “el que abandona no tiene premio”, a la vez que aparecía la oportunidad para poner en práctica su propia construcción teórica sobre orientaciones a padres.

 

Sintetiza que “trabajo en tres ejes, lo que es límites, que a los padres les cuesta un montón; venimos de una generación con dificultades para sostener límites. Mi mamá, si yo me llevaba literatura, no me dejaba salir en todo el mes, y no la veo culpable o traumada”. Sin embargo, la mayoría de “los padres tienen dudas todo el tiempo, sobre lo que hacen. Es como si no supieran batallar contra la modernidad líquida (concepto central en el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman). ¿Por qué licuaban todo el tiempo ustedes como padres? Seguramente es por culpa, pero la culpa se va cuando se va cuando hacés lo que tenés que hacer”. El segundo “es el tiempo de calidad, “el rato que tienen debe pasarse sin el celular, conversando sobre el día, o cocinando juntas, es el momento de encuentro de la familia. Es mucho más allá del clásico de ser productivos todo el día, como adultos también se lo transmitimos a los chicos. Hay como una negación del ocio; desde lo cognitivo, hay que subrayar que el cerebro se desarrolla durmiendo, de ahí la necesidad de dormir la cantidad de horas necesarias”. Por último, el tercer énfasis lo pone “en la rutina, estamos acostumbrados a andar con los chicos de un lado para otro a lo largo del día. Si un niño se levanta a las 11, para cuando entra al jardín tuvo que levantarse, bañarse, almorzar, todo lo que genera muchísimo estrés. Por ejemplo, tiene que ser educada en un horario para dormir, una para levantarse, otra para el desayuno, un ratito para la televisión, la tecnología menos ansiógena, y luego llevarla al jardín y explicarle quién lo irá a retirar. Eso debe ser sostenido, con decisiones tomadas por adultos”.

Al presentar su visión de enseñar a los padres, Mastrángelo dice que “eso es algo que acordamos de entrada, el aprender entre todos, que es un trabajo en equipo”. Navone agrega que “mi mamá ha venido al consultorio, yo trabajaba mucho y hacía el rol de mamá; entonces los abuelos tienen que abuelar”, haciéndolo desde otro lugar.

La psicopedagoga también invita a repensar las terapias, “si coincide en que tenga que venir al consultorio y a un cumpleaños, que vaya socializar, es poner en lugar a la niñez y la ubicación de la terapia, que no pierda su infancia por ir a terapia”. Ello le sirve para acordar la experiencia del primer encuentro, “yo cito a la familia, y les explico que entramos todos en el proceso terapéutico conjunto. Se quedan mirándome, porque lo más simple es que yo les diga qué tiene su hijo/a”. Y así funciona mucho mejor, “con el tiempo comienzan a llegarme los mensajitos de los avances, de las actividades realizadas, un feedback de cómo estuvo la escuela”, entre otros aspectos que se fortalecen los viernes, el día en que no hace consultorio.

Hay casos que deben readaptarse a las circunstancias familiares, sea por separación o trabajo. La idea de la profesional es que que el niño esté la semana completa en la casa más organizada”. Porque vuelve a enlazar con el concepto de Bauman, si “nada es sólido y soltamos todo, estamos en un problemón”, hoy hay poco a lo cual aferrarse, y nos cuesta trabajar nuestras emociones. Ahí es cuando propone que “había que solidificar alguna pared, y esos ejes que propongo pueden servir para allanar el camino y que los niños puedan transitar mejor por la vida, a pesar de los avatares naturales, con límites concisos, coherentes y claros”.

Cierra Navone al afirmar haber aprendido todo como madre, “aprendí a hablar, a pedir ayuda, a buscar al profesional, porque eso es muy importante, nos ayudó a trabajar en familia, ha sido una guía”. Finaliza diciendo que “me gustaría que todos sepan esta historia, que sepan que existe la psicopedagogía, que no se agota en el rato que estamos en el consultorio, que aporta una solución y un acompañamiento, hay un gran trabajo afuera”

Contacto: 2314 578352 - San Martín 825

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