La economía, las emociones y la percepción de los números de Milei
14/11/2024 - Entre lo personal y lo macro juegan realidades que construyen expectativas de interpretaciones que nos posicionan en determinados niveles de esperanza o desencanto en el que se construyen interpretaciones de la realidad.
Las emociones son muy importantes en la economía y las finanzas de las personas, ya que ellas inciden en las decisiones económicas, las inversiones y los gastos -cotidianos y extraordinarios-. Así pueden llevar a los denominados gastos emocionales, impulsivos; a tomar decisiones financieras ante el miedo o la euforia. Hay toda una teoría sobre el tema para explicar que las personas no solamente gastan para satisfacer necesidades básicas, y es por ello que se estudian los pensamientos que afectan nuestra conducta económica.
Sebastián Auguste, es doctor en economía, docente y responsable del Instituto de Economía de la UNICEN. Él explica que las “percepciones y realidades. Ambas se pueden medir con datos. Las encuestas de opinión miden las percepciones, como las de expectativas de inflación, confianza del consumidor, tendencia de la demanda, entre otras. Ahora una percepción es una realidad, y en economía son muy importantes porque muestran el humor de la gente y suelen anticipar los ciclos económicos”.
En su último informe analiza los números del Índice de Confianza al Consumidor (ICC) que arrojó un crecimiento mensual del 8.8%. Haciendo interpretación del mismo y la diferente lectura de los protagonistas del país, Auguste explica que la grieta también se instala allí, pues se trata de posicionarnos frente a “¿Cómo es su situación económica personal en relación a un año atrás: diría que mejoró, se mantiene igual o empeoró?” o “¿Cómo cree que será la situación económica del país dentro de un año: mejor, igual o peor que la actual?”. Expone que “con estas preguntas de opinión se arma este índice, que desde el piso de enero de 2024 viene subiendo”.
Ahora bien, su propuesta es ¿respecto a qué se la compara?, y allí es el campo de cultivo para tomar una posición a favor o en contra. En sus amplios argumentos señala que el valor más alto, histórico, post 2001, le corresponde al final del gobierno de Néstor Kirchner (2007) de la mano del crecimiento económico. Su esposa y sucesora, comenzó en picada al año de asumir, y vuelve a romper un pico del 59.31% en 2011. De allí en más cae en pendiente, hasta que asume Macri, instala un nuevo pico de 60,35, y vuelve a caer, instalando un tiempo de confianza en cada inicio de mandato (también el de Alberto Fernández) para desgastarse en el tiempo. Con Milei sucedió lo mismo (47,5%), cayendo estrepitosamente, lo cual se acaba de revertir en la mirada mensual.
Lo que Auguste pretende poner en escena es respecto a qué hay que observar los datos. “En definitiva, desde junio el ICC creció al 3,1%, y lo interesante que es un crecimiento de la confianza que parece acelerarse”, lo que ayuda al gobierno frente a la opinión pública. Después invita a revisar los números duros, como puede ser la tasa de desempleo, “de 7,6%, comparado con el 7,7% del primer trimestre de 2024”, es decir casi igual, frente al “segundo trimestre de 2023 era 6.2% y en 2022 de 6.9%”, lo que lo lleva a concluir que “no veo para nada ese boom de desempleo del gobierno de Milei que muchos mencionan”. De allí hay que desagregar, son 13.3 millones (13.1 el año pasado) los argentinos ocupados, y 1,1 millones (0.9 en 2023) los desocupados. El economista le baja la espuma a la crítica y concluye que “a pesar de la crisis, nuestra economía generó en el último año 200 mil puestos de trabajo neto, 100 mil formales y 100 mil informales. Y si comparamos con dos años atrás se generaron 300 mil puestos, todos formales”.
Pero hay números que les duelen a las personas. “¿Y quiénes son los desempleados? El 21,5% no tienen ocupación anterior (los nuevos). El 47,2% de los desempleados tienen menos de 29 años, desempleo joven. El 4,4% de los desempleados eran antes empleados públicos (la reducción del Estado”, por lo que ha crecido el número de desempleados recientes.
El otro tema que evalúa el economista es “la pérdida del poder de compra de los salarios. Algo que explica por qué el mercado laboral no ajustó a la baja a la cantidad de empleados es porque se ajustó el precio. Los salarios perdieron contra la inflación”. Allí entra en un tema teórico, por el que interpreta que “la inflación nos licuó los salarios y eso permitió reducir la carga laboral de los empleadores sin tener que reducir la cantidad de empleados”, es decir, disminuyendo posibles despidos. Si se analiza el promedio de agosto, “el salario promedio aumentó 5,7% mensualmente, por encima de la inflación de agosto de 4,2%. Lo interesante es que el que más está creciendo es el salario informal, 10,6%”, lo que determina que “ya paró hace rato la licuación de salarios, sino que estamos viviendo en este momento una mejora del salario real con un leve crecimiento del empleo”. Y vuelve a observar que, en la comparación interanual, “en agosto la inflación acumulada en un año era de 236,7% y el aumento de los salarios en igual período fue de 224,9% para los trabajadores formales privados, 166,6% parta los trabajadores formales del sector público y 184,1% para los informales”, es decir que los que más han perdido han sido los empleados públicos.