Justo el afilador

22/04/2025 - Rodríguez es porteño, heredó el oficio de su padre, y a través del mismo, a bordo de su bicicleta, ha recorrido gran parte del país. Hace dos décadas recaló en Bolívar, ahora se dedica a visitar en forma itinerante las localidades vecinas. Su siringa es el clásico sonido anunciador de su presencia por las calles.
Justo Rodríguez, empezó con el oficio de afilador acompañando a su padre desde muy chico. Ya a los ocho años lo ayudaba en esa tarea. Con solo 16 años se lanzó por su cuenta, heredando desde muy joven, el oficio que aprendió de su padre. “Mi viejo era afilador en Palermo y salíamos a hacer una gran zona por Barracas, San Telmo y muchos lugares más. A mi padre, le faltaba una pierna, entonces, yo pedaleaba y él afilaba los cuchillos o las tijeras. Siempre me gustó el oficio y lo sigo haciendo hasta el día de hoy”, comentó en el inicio de su historia.
Hace ya más de 20 años, después de vivir en Buenos Aires, Justo se trasladó con su familia a la ciudad de Bolívar y siguió como afilador. “Primero aprendí y también tomé todo lo de mi viejo”, destacó. Y al mismo tiempo, agregó que “lo mío es un trabajo artesanal, si bien hay talleres donde afilan cuchillos y tijeras, es distinto porque ellos lo hacen de forma mecánica, con motores; en cambio lo que hago yo, es todo manual. Es todo piernas para la bicicleta y el pulido artesanal”.
Justo y su bicicleta recorrieron toda la Argentina afilando: San Juan, Mendoza, La Rioja, Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán, Corrientes y tantas otras provincias. En cada lugar, dependiendo de la demanda, se quedaba una o dos semanas para hacer los trabajos. “Mi viejo era de Concordia (Entre Ríos) y mi madre de Catamarca; pero nació en Corrientes. A mí me gusta viajar y estuve recorriendo todas las provincias hasta los 50 años. Ahora, voy a cumplir 62 y hago una zona más cercana, como Saladillo, Las Flores, Azul, Olavarría, 25 de mayo, Pehuajó, Salazar, Daireaux, Urdampilleta, Pirovano, entre otras ciudades; pero todas más cercas, ya no voy más tan lejos”. El recorrido por la zona lo hace cada tres o cuatro meses y para Justo es “una gira artística a pesar que voy a laburar”, dijo entre risas. “Mi trabajo es en invierno o verano; pero ya estoy más grande y no quiero ir tan lejos, me quedo en la zona y, por supuesto, en todo lo que es Bolívar”.

Salvo en Buenos Aires, en el resto del país, quedan pocos afiladores artesanales como Justo. “En Buenos Aires hay muchos chicos, pero no lo traen de herencia, sino que lo toman como un trabajo más. En mi caso particular, mi viejo me dejó la herencia de afilador”, resumió.
Para hacer un buen trabajo hay que saber, no es sólo sacarle filo. “Es un oficio que es artesanal, pero hay que aprender, porque hay de todo. Yo trabajo con peluqueros, afilo tijeras de tusar, cuchillos y siempre hay que hacer un buen trabajo para que te vuelvan a llamar”.
Justo tiene una herramienta, de la cual no se separa nunca a la hora de trabajar, que es su bicicleta: “tiene un pulidor adaptado y se trabaja con las piernas para hacerlo andar. Esto es todo a pulmón porque hay que hacer fuerza con los pies. Además, uno tiene que hacer equilibrio y estar estable arriba de la bicicleta porque tiene un cuadrante en la parte trasera que funciona como un pie que hace que pueda girar la rueda sin moverse y que ponga a andar el pulidor. Además, hay que andar bicicleteando la ciudad, tocando la siringa para que la gente se entere que va pasando el afilador”, contó detalles de su trabajo.
Bicicleta tiene una sola, que es reconocida por su color amarillo, que hace poco se la robaron y, por suerte, la pudo recuperar. Ese sería como su taller móvil; pero también en su casa tiene un taller donde puede afilar, siempre de forma manual; pero prefiere salir, porque como definió “el trabajo del afilador es salir a la calle a buscar el trabajo y no esperarlo en el taller”.
En algunos lugares esta forma de trabajo que comentó Justo se perdió, por ejemplo, en Olavarría había un taller donde afilaban, pero al fallecer su dueño, no quedó nada. “Yo tengo una hija en esa ciudad, voy y me quedo unos días o semanas porque es muy grande la ciudad y hay que recorrerla. Siempre salgo a la mañana y después de las 17 horas, sea sábado o domingo, porque esos días son claves ya que la gente está en sus casas”.

Sobre el llamado o silbido con la siringa para advertir su paso por las calles de la ciudad, Justo dijo que “la gente ya identifica el silbido y sabe que voy pasando. La siringa que yo tengo, en realidad, es un pedazo de una; pero ya no la fabrican más. Considero que es algo fundamental hacer ese llamado porque si no, cómo saben que pasa el afilador”.
Dependiendo del estado en que se encuentre el cuchillo o la tijera, el trabajo de afilado demanda unos 20 a 30 minutos. “Hay que ver cómo está lo que se quiere afilar, a veces hay que pulir, cambiar, el remache y otros detalles. Todo lo hago en el momento, en la vereda de la casa y mientras el cliente espera el trabajo, ve cómo lo hago”.
Con tantos lugares por los que ha pasado y con tantos años andando en la calle llevando su trabajo a domicilio, Justo tiene infinidad de conocidos y amistades, “tengo un montón de conocidos de todos los lugares donde voy, es más, en muchos lados donde voy, ya no están los padres y ahora me atienden los hijos que me siguen dando el trabajo.”
Como costumbre, Justo cada vez que llega a un pueblo, al primer lugar que va es a la comisaría y el motivo es para dejar registro y su identificación; “aunque ya me conozcan voy igual porque como soy hipertenso quiero registrarme por si me pasa algo, saben dónde estoy. También, pasó que una vez llegué a Henderson donde me conocen todos, me paró un patrullero y me hicieron ir a la comisaría porque había un problema. ¿Qué había pasado?, que anduvo otro afilador y se había mandado una macana y caí yo sin tener nada que ver. La señora damnificada dijo que yo no era; pero te hacen pasar un mal momento, por eso, siempre voy y me identifico”.
Con su trabajo, Justo pudo hacer su casa; crió 11 hijos, 7 mujeres y 4 varones; “a algunos los ayudé a que puedan seguir estudiando. Todo lo logré trabajando con mi oficio”.
La idea es seguir adelante con su bicicleta, “mientras tenga fuerza y salud, seguiré haciendo mi trabajo. Me siento bien y no soy tan grande”.