Fantasear nos permite ser funcionales en la vida

Fantasear nos permite ser funcionales en la vida

20/01/2025 - La literatura, los medios audiovisuales, y hoy la internet, pueden ofrecerse como una forma de comprender un mundo que no siempre es el real. Hay quienes crean contenidos para que sean consumidos por personas que buscan una forma de evasión de sí mismos a través de la fantasía.

Hay una entrevista de Migue Granados en La Cruda en la que deja llevar al plano de la plena presencia a la escritora argentina Mariana Enriquez. Allí, la literata va explicando cómo el miedo se fue haciendo parte de su obra a partir de sus fantasías, que, en el desarrollo, termina reconociendo como una forma de contar algo a alguien que quiere leer (también se podría escuchar como en un podcast, o ver en un formato audiovisual) justamente eso que le genere empatía y satisfacción, como es su novela de terror.

Enriquez explica que muchos de sus personajes son representaciones de personas reales, que existen en determinadas situaciones y que cobran sentido en la fantasía de la obra literaria. La autora juega con lo oscuro -que sabe y supone- que hay en cada una de las personas, razón por la cual se justifica el consumo de obras como las que escribe.

¿Cómo es posible que Tolkien imaginara mundos tan mágicos y la gente pagara por leer mentiras de un escenario fantástico y lógicamente irreal? ¿Cómo es que los grandes autores se escinden de la realidad para crear-nos una realidad ampliada para que disfrutemos? En El Aleph, Borges nos deja un diálogo con sí mismo en un mundo que podría no ser el nuestro. Dostoyevski en El Doble nos pone en duda si Goliadkin existe. El mismísimo García Márquez nos crea a Macondo, un mundo de lo posible; e incluso, un Vargas Llosa reinventa los hechos reales en sus novelas para darles una nueva mirada.

El peruano Giacomo Roncagliolo, que tiene “El fantástico sueño de aniquilar esto”, su obra más preciada y reciente, se dedica a ir por el camino de la culpa, el deseo y los límites de la sexualidad, la pornografía y la intimidad virtual, obra en la que Jaime se obsesiona con una de las protagonistas de un video viral. Para no revelar la obra que se va hacia el límite de su propia existencia, el autor revela que allí está en juego su propia experiencia vivenciada a través de vestigios de otros, reales o ficcionales.

En la novela, el Jaime de Roncagliolo se enfrenta a la culpa, infundada por partes, porque él no tiene participación en la desaparición de la aparecida en el video, pero sí ha tenido deseos sexuales con ella, y ello lo lleva a involucrarse -por culpa- en forma obsesiva en busca de aquella muchacha que ya no habita sus mundos habituales. Por cuatro años trabajó en un libro en el que orejea sus propios límites. Dice, que haber hecho algo malo o no, “todos sentimos culpa”, “parecemos condenados a sentirla”, y ahí se lanzó en la búsqueda de los por qué.

De la misma manera que Enriquez se engancha con las adicciones y los excesos, que, por ejemplo, llevan a un joven adicto a la pornografía a dejar de disfrutar el sexo por no poder alcanzar los estándares ofrecidos en las producciones cinematográficas, Roncagliolo pone a su Jaime frente a una conducta adictiva desarrollada en la adolescencia frente a la pornografía, definiendo que “como él, mucha gente no supo cómo manejar los nuevos estímulos que trajo la tecnología, como el acceso absoluto y gratuito a la pornografía”. Desde hace un par de décadas, cualquier adolescente tiene acceso irrestricto a esos contenidos, antes prohibidos o de difícil acceso.

En el escenario virtual, irreal, Roncagliolo expresa que su deseo no es “enviar a Jaime a un psicólogo para que solucionara sus problemas, sino que buscara esas vías extrañas a través de su sexualidad, imaginar qué sucede cuando alguien está escapando a su destino a través de la masturbación y el sexo que se puede encontrar en internet, y poco a poco va encontrando nuevas fronteras y horizontes”.

En países como los nuestros, Argentina o Perú, “el desarrollo tecnológico ha sido un campo muy amplio y muy libre de gran acceso gratuito, que antes no existía, sobre todo para los que vivimos en el sur global y estamos acostumbrados a la piratería”. De allí que “Internet es un gran campo que nos permite explorar nuestras fantasías, y es importante tratar de no juzgarlas, pues nos permiten a muchos ser funcionales en la vida real”, pueden ofrecerse como “una distracción, una panacea, una anestesia, pero claramente, y como sucede en la novela, es una forma de escape temporal. Nada más”.

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