El doctor guardia

El doctor guardia

20/05/2024 - Oscar Ibáñez ha dedicado toda su vida profesional a la guardia del Hospital Capredoni. Oriundo de una familia muy humilde, se recibió, alcanzó los objetivos propuestos y construyó una familia. Al borde de la jubilación, espera la llegada de sus hijos médicos a la ciudad. Ha hecho docencia hospitalaria, agradece a la educación pública y se preocupa por la cuestión social.

Oscar Ibáñez supo que quería ser médico antes de tener conciencia de lo que ello significaba. Hoy está en la antesala de la jubilación, ha dedicado íntegramente su vida profesional a la guardia del hospital Capredoni. Nacido en un contexto de humildes trabajadores, nunca se despegó del lugar en que nació, los límites de Villa Melitona y Casariego. Allí armó una familia con Marta Belén, y ahí espera el regreso de su hijo e hija, ambos médicos, en la casa que ellos mismos levantaron con sus manos.

“El doctor Ibáñez” anda por el barrio desparramando saludos. Desde ahí analiza el por qué de elegir hacer guardias toda una vida, algo que la mayoría evita de cualquier manera. “Una fue la cuestión económica y otro porque surgió. A veces para elegir un camino se dan ciertas circunstancias; yo me había recibido, no tenía trabajo, y surge la posibilidad de entrar al hospital, porque en el ´90 se había comenzado a complicar la guardia por el crecimiento de la demanda. Se planteó la necesidad de insertar el octavo médico al servicio, el que debía cubrir vacaciones, licencias y un apoyo en la mañana, tema que se resolvió en el Consejo Deliberante; para ello había que ganar un concurso. Yo no tenía ni currículum, mi única experiencia era como practicante en el hospital de Quilmes por un año y medio, lugar en el que aprendí mucho. En ese momento estaba naciendo mi hijo, y no podía hacer residencias. Al concurso nos presentamos dos, el otro era el Dr. Juan J. Nicola, con mucho más que yo, porque él era un cirujano; pero decidió irse a Pirovano, así es que me incorporé”.

Inicialmente pensó “que iba a ser algo transitorio, incluso hacía algunos domicilios, pero me empezó a gustar y me quedé para siempre. Ahora me irán a sacar muerto o jubilado”, lo cual ya está en espera. “Nosotros tenemos que cumplir 65 años de edad y 35 de servicios, lo cual me parece una locura para un médico, y sobre todo para los médicos de guardia, porque estamos al filo permanentemente, con mucho estrés”.

Justamente, la visibilización del síndrome de burnout comienza a través de las guardias hospitalarias. Él piensa en su propia experiencia, “tiene algo vinculado a la adrenalina del momento, que quizás compartamos con los que hacen quirófano. Uno está permanentemente en alerta, a la espera de un ruido, una puerta que se golpea, un teléfono que suena, la alerta es constante, aunque no estemos atendiendo una emergencia. Eso genera mucho estrés, como un piloto de autos, que sabe el peligro que corre, pero lo emociona la velocidad. Nosotros salimos a atender un accidente sin saber qué te vas a encontrar al llegar, y eso moviliza mucho”.

Ibáñez es sinónimo de guardia, a su vez ha cumplido las funciones de instructor para otros profesionales que ingresaban al servicio. “No podría contar los médicos que han pasado por la guardia, es un sinnúmero, gente muy joven, recién recibidos, algunos de ellos que solamente hicieron un par de guardias. Generalmente los directivos intentaron que ellos compartieran guardia conmigo porque conozco varios recovecos de cómo llevarla; tal vez no sea el que viva leyendo, pero estoy muy actualizado, porque también aprendo de ellos, se trata de algo recíproco”. Agrega que ha logrado muchas amistades en ese proceso, “porque uno comparte noches eternas, y en algunos momentos podés tocar otros temas ajenos al trabajo”.

Cuando debe pensar en el secreto del médico de guardia lo medita, “tiene que ser alguien especial, es algo muy diferente a lo que es un consultorio. Por necesidad o elección, los recién recibidos deben pasar por la guardia. El médico de guardia necesita una mezcla de conocimiento, rapidez mental y sangre, no cualquiera lo puede sobrellevar”. Eso de trabajar sobre la inmediatez y lo no programado puede quemar los papeles. El médico afirma que “puede suceder, uno tiene que decidir con un diagnóstico de tres variables de las que sacás un par de informaciones en el interrogatorio, el examen médico y luego lo que es el oído, vista y experiencia. En segundos tenés que obtener un diagnóstico, porque sino podés perder al paciente; por eso es muy distinto a otras especialidades en los que podés pedir un laboratorio, tener una entrevista más larga o hacer estudios complementarios. Nosotros no podemos perder el tiempo, y eso se va aprendiendo con los años”.

En 35 años el médico destaca que “la tecnología y los avances nos han facilitado mucho el trabajo. Recuerdo cuando teníamos que hacer un diagnóstico con una radiografía que tardaba en revelarse y secarse, y hemos derivado pacientes a Buenos Aires donde se asombraban de cómo obteníamos un diagnóstico con tanta precariedad. Hoy, con la introducción de ecografía, tomografía o la misma radiografía que viene digitalizada, todo eso aporta muchísimo”.

Después de ese tiempo, la situación del hospital es observada “como todo, en decadencia, la situación económica ha impactado en la salud del país. Bolívar ha crecido mucho, de aquellos 22.000 habitantes que había cuando volví, hoy somos más del doble; ha venido mucha gente de afuera, muchos buenos y otros no tanto. En todo ello la demanda ha crecido y el hospital es el único efector, que se ha reforzado en muchos aspectos. En cuanto la guardia, considero que debería tener algún profesional más; la actual situación económica ha impactado directamente en la provisión de insumos, sumado a la rotura del tomógrafo -un enorme gasto que requiere una derivación a Daireaux, lo que agrava aún más la situación-.”

 

El médico ha hecho historia en la medicina local. Pero también ha dejado herencia en sus hijos Giuliano y Marilyn, quienes también eligieron la carrera. “Que sean médicos implica que algo les he dejado, lo han mamado desde chicos, Marta los ha llevado al trabajo porque ellos querían saber cómo era ser médico. Yo me jubilo y quedarán ellos. Él es reumatólogo en el Hospital Rossi de La Plata, y tiene su consultorio; parece que se vendría a Bolívar, una especialidad que se necesita. Y mi hija está terminando la residencia de otorrinolaringología, es una especialidad que es demandada por muchos pacientes aquí y en la región”.

 

El médico se ha movido en un barrio, siempre cerca del hospital, a quien le costó mucho esfuerzo, perseverancia y acompañamiento el poder desarrollar su carrera profesional. Se define ser “hijo de madre soltera, tuve unos abuelos guerreros que se hicieron cargo de mí desde los cuatro días, por lo que han sido como mis padres junto a mi tío Juan Carlos “Calote” Fernández, artífices de lo que yo pude ser. Según mi abuela, a los dos años tuve una gastroenteritis que en aquella época se llevaba la vida de muchos chicos, lo cual no pasó conmigo, y a partir de relatos del cuidado de ella, creo que despertaron en mí el deseo por la medicina. Obviamente sonaba un poco a risa, porque en esa época era muy difícil que un chico que viniera de muy abajo pudiera llegar a completar estudios universitarios. Hice la primaria en la Escuela 1, la secundaria en el Nacional, como perito comercial, porque existía una real posibilidad que no pudiera irme a estudiar”. Complementa que “al cumplir los 18 años tuve que hacer el Servicio Militar Obligatorio, a Neuquén. Justo había un conflicto con los chilenos, y ya de baja volví a ser llamado por las mismas razones. Así que a la facultad la pude empezar muy tarde, y con algunos inconvenientes hicieron que mi carrera se prolongara un poco, hasta conseguir el título de médico. Marta, mi novia de entonces, había quedado embarazada, y eso ha sido mi historia”.

 

Justamente en momentos en que está en debate el rol de la política, la economía y la educación pública, se le pide al médico una opinión. “Yo estoy a favor de la educación pública, sin ella y el esfuerzo familiar no hubiera podido estudiar, me hubiera sido imposible. Hoy hay quienes ponen en discusión eso, que creo no debería discutirse. Hoy la educación ha decaído muchísimo, desde hace varios años, y la situación económica ha profundizado la problemática”. Agrega que “los viejos decimos que tiempo pasado ha sido mejor, y por ahí nos cuesta adaptarnos a los cambios, los que son muy veloces; muchos de esos cambios han sido beneficiosos para la sociedad, en cambio otros marcan un retroceso, desde las adicciones, la falta de valores, la falta de respeto a las instituciones o a las personalidades. Hoy se lo puede llamar despectivamente al presidente, lo hayas votado o no, entonces, ¿cómo vamos a pedir respeto por la maestra, el médico o la policía?”, sintetiza, como si fuera la historia de un hombre común.

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