Educación para paz, el desafío de una sociedad fragmentada
13/01/2024 - Cabe preguntarnos sobre el rol que tenemos como sociedad y como personas individuales en cada uno de los hechos de violencia diaria. Tenemos responsabilidades, y educar -y trabajar desde lugres comunitarios- es el primer paso.
En enero, el 1° se evoca el Día Mundial de la Paz, y el 30 el Día de la No Violencia y la Paz en conmemoración al aniversario de la muerte de Gandhi. Pareciera que no es casual, en el mes fundacional de todo año, aunque por el receso veraniego se pierde como instancia de reflexión para quienes habitamos las sociedades contemporáneas, más ocupados en la inmediatez de la sobrevivencia y la reacción irreflexiva, el consumo -en todos sus sentidos- y la distracción.
Las sociedades del mundo pasan por esto. En términos de Wallerstein, es el sistema mundo y sus consecuencias. En el caso que nos ocupa, la República Argentina, una sociedad fragmentada, violentada en múltiples cruces socioculturales. Hace cuatro años atrás escribíamos aquí algo similar sobre el fatídico caso de asesinato del joven Fernando Sosa Báez, hoy vemos con regular frecuencia que los hechos de violencia siguen, que los jóvenes siguen matándose en grupo, que es más fácil gritar que dialogar, que en las redes cubiertas de anonimato puedo expresar toda mi violencia in-contenida.
¿Qué estamos haciendo para revertir estas situaciones? Nos volvemos a preguntar: ¿qué hemos hecho para naturalizar que un chico salga con un cuchillo a bailar? No hay respuestas evidentes, sí que en la raíz social existe una semilla de violencia que está pronta a emerger y mostrarse de las peores maneras. Sí que no tenemos una reivindicación de valores y/o ejemplos para mostrar al mundo que el camino es el diálogo, el consenso y el encuentro. Hemos militado el disenso, el enojo, el desencuentro.
Gloria María Abarca Obregón, docente, investigadora y militante de la paz, explica que “superada la clásica oposición paz contra guerra, actualmente se propone la paz como antítesis de la violencia, la llamada paz positiva”, la cual vincula pedagógicamente al modelo sociocognitivista de Vigotsky. Y agrega que “la moderna educación para la paz asume creativamente el conflicto como un proceso natural y consustancial a la existencia humana. La educación para la paz ayuda a la persona a desvelar críticamente la realidad compleja y conflictiva para poder situarse en ella y actuar en consecuencia. Educar para la paz es invitar a actuar en el microcosmos escolar y en el macronivel de las estructuras sociales. Los componentes de la educación para la paz son: la comprensión internacional, los derechos humanos, el mundo multicultural, el desarme, el desarrollo, el conflicto...”
Si observamos nuestra sociedad, nuestros comportamientos, y las consecuencias que hemos dejado para los jóvenes, debemos ir más allá de las palabras bien logradas. John Lederach explica que “la paz no se ve solamente como una fase en el tiempo o una condición; es un proceso social dinámico y como tal requiere un proceso de construcción”. Si lo estamos observando es un proceso que se expande desde lo negativo, es el momento en el que debemos actuar, pues es un espacio vivo en el que se puede intervenir en contrario.
Abarca Obregón, expone algunas cuestiones acerca de cómo trabajar en contextos violentos. En su enumeración se destacan:
Espacios de conexión, volver a conectar al humano consigo mismo, con otros y el entorno; parando, dando lugar a la observación, las necesidades y sentimientos ante el conflicto.
Espacios de encuentro–cooperación, es en las comunidades educativas donde más coinciden los espacios de coincidencia y construcción de relaciones personales. Pero las organizaciones comunitarias, deportivas, sociales, también lo tienen. Allí se generan espacios colaborativos de cuidado y trabajo, pasando por una transformación en la mentalidad individual a la colectiva.
Espacios de restauración, reparación y compasión. En donde la violencia ha sido directa es importante ofrecer espacios donde los ciclos de ésta se rompan. Sin una instancia de restauración/reparación, a causa del dolor, es posible que la víctima se vuelva victimaria.
Espacios de tejido de redes que den lugar a la transformación. Para ello se requieren personas cercanas que establezcan una red primaria (aunque permitan surgir otras secundarias), basadas en actividades, reuniones, experiencias o sostén en el conflicto y la crisis.