De la bolsita a un océano de plástico
20/07/2024 - La presencia de plásticos en mundo representa una carga ambiental insostenible.
Los microplásticos han inundado la vida terrestre: desde el torrente sanguíneo hasta la profundidad de los océanos. Los informes muestran que se debe repensar la industria y tomar medidas urgentes.
Uno de estos problemas comenzó con un accidente que iba a mostrarse como una solución: la bolsa de plástico. Hay bolsas en todos lados en todo el mundo, desde la cima del Everest a las profundidades más oscuras del mar. A principio de julio se conmemora el Día Internacional Libre de Bolsas de Plástico, con el fin de hacernos a una idea que todavía cuesta corregir, su omnipresencia perjudicial para el planeta.
La bolsita surgió el siglo pasado, por accidente, cuando en 1933 en Northwich, Inglaterra, se generó el polietileno en una planta química. Recién en 1965 a los suecos se les ocurrió patentar la idea de la bolsa de una pieza, como la conocemos hoy, y desde la década de 1970 se trató de un producto de consumo masivo.
Desde el ingreso al mercado estadounidense, la bolsita generó resistencias por sus posibles impactos medioambientales. Pero a fines del milenio es cuando las evidencias científicas comenzaron a mostrarse. En 1997, Charles Moore, investigador norteamericano, advirtió sobre la gran mancha de basura en el Pacífico, un lugar de acumulación plástica a consecuencia de las corrientes marinas.
Bangladés, país asiático, en 2002 determinó que las bolsas obstruían los drenajes, provocando severas inundaciones, y así se convirtió -en el actual milenio- en el primer país en prohibirlas.
Las décadas siguientes aparecieron cada vez más consecuencias de este material y demostraron que los microplásticos se encuentran hasta en el torrente sanguíneo. En los últimos años el resto de los países comenzó a imitar aquella medida, y se fueron tomando distintas medidas contra la utilización de las mismas, con distintas legislaciones, como las que tenemos en nuestro país. En algunos casos se pasa de la prohibición a la imposición de una tarifa, en otros al reemplazo de productos biodegradables, y por otro lado la reutilización del plástico en otros productos como los destinados a la construcción, el asfalto de calles, etc.
Una botella de PET tarda más de quinientos años en descomponerse y mientras tanto libera sustancias tóxicas en las aguas subterráneas. Además, los residuos terminan a menudo en el mar y se acumulan allí, al punto que hoy en el Pacífico flota el vertedero más grande del mundo, con una superficie de unos 1,6 millones kilómetros cuadrados, aproximadamente cuatro veces la de Alemania. El plástico es extremadamente duradero y representa un grave peligro para las profundidades marinas.