Aguirre calefactores
27/08/2024 - El herrero local ha realizado calefactores a leña hace más de dos décadas. Afirma que muchas de sus creaciones han sido una mezcla de necesidad y pasión, hallando en el taller respuestas para alimentar una familia. “En el hecho de soldar, está la unión”, dice que le enseñaron sus maestros, y ahí explica la magia.
Julio Aguirre se encuentra en el corazón de Casariego. Es herrero desde que terminó la infancia, “comencé desde muy chico, había que hacer algo, aunque sea barrer un taller. Yo iba a la escuela 7, y vendía diarios, por la tarde -en verano- vendía helados de Marsiglio en la calle, y después comencé a trabajar en Don Piruco”, donde empieza a formalizar su relación con el oficio.
“Yo soy criado por mis abuelos, ella era italiana y él indio, una mezcla rara”, sonríe. Al tiempo comencé a trabajar “con el Negrito Fernández, uno de los primeros pilotos de automovilismo de Bolívar”, para pasar “por siete años y medio en Panaro Ruiz, más tarde me fui a Buenos Aires por un par de años”. Al regreso hizo la segunda etapa de Don Piruco, por más de 17 años, “hasta que, en el 2000, con la crisis, no había trabajo, el país se había caído y tuvimos que salir con una mano adelante y otra atrás. Aunque desde chico me ha gustado meterme en el taller, sentir la vocación, a veces la necesidad es un impulso”, sostiene el herrero. Ahí, con la crisis, “me encontré con cuatro hijos, casi en la calle. La gente de mi edad no estaba para salir a conseguir un trabajo que no había, porque las metalúrgicas locales no son tantas, así que aproveché el galponcito que tenía para hacer mis extras de fin de semana y arranqué como emprendedor”.
Aguirre sabe dónde está parado. “No me da vergüenza, comencé la herrería, hice unas calcomanías y en bicicleta salí a repartir casa por casa. Al año se une Luis Morales como socio, un hermano de la vida, una gran persona a la que extraño mucho, es parte de la familia, y estuvimos juntos por unos veinte años. Creo que lo fuerte de esa sociedad es que hemos sido honestos uno con el otro”.
En la herrería también trabaja Rodrigo, su hijo, que “es Maestro Mayor de Obras, y esperamos que en un tiempo se dedique a lo que estudió, porque éste es un país con mucha incertidumbre, no sabés qué va a pasar”. Subraya que “él egresó de la escuela Técnica, fue abanderado; su sueño era estudiar Ingeniería Industrial, es algo muy difícil porque yo no tengo recursos, y tengo otros tres hijos, hasta nietos. Me gustaría que siga con esto, pero no están las condiciones”. Pensando en plural, en lo que es emprender, dice que “por suerte no nos metimos en ningún crédito, hemos estado a punto, poniendo la casa como garantía, hoy no tendríamos dónde vivir”, sostiene respecto a lo impagable que se hubiera hecho la cuota. Agrega que “decidimos tener pocas máquinas, las necesarias, aunque sabemos que hay otras que agilizan la actividad”.
Cuando analiza pasado, presente y futuro, Aguirre observa que “acá ha venido mucha gente a querer poner una fábrica, pero por distintas razones -como la falta de energía- se lo impidieron; y acá estamos en un lugar estratégico de la provincia, podríamos hacer un gran desarrollo”, sostiene el trabajador.
Un día “nos pusimos a hacer calefactores. Hice cinco, y un día vino Jorge “el mono” Verburg, y él me llevó a Bonificio para que un señor, Luis Casquero, se convirtiera en un revendedor, debe haber vendido arriba de 200 como mínimo”. Respecto a la fabricación, “quien lo tiene sabe que le va a durar para siempre, hay en distintos lugares del país. Nosotros le ponemos una tarjeta de identificación con los datos de contacto, y eso nos ha servido para que nos vayan encontrando”. Con el paso del tiempo “tuve que poner uno para calefaccionar mi casa, y ese se convirtió en un modelo de exposición para mostrarle a la gente cómo calentaba, y con ese pude vender muchos más”.
En cuanto a las especificaciones, “hoy cada uno de ellos, de 15.000 calorías, con caño, codo y sobrero hoy está en una promoción de $ 400.000”. Define que “está realizado en chapa de 5 mm, tiene el tiraje atrás (que se puede regular de acuerdo al gusto del usuario), doble tapa, pala, barredor, un mueble exterior y una tapa con rejilla para que circule el calor; lo podés abrir y poner algo a calentar. Adentro tiene un deflector para que no se caliente la parte externa -sobre todo donde hay niños- y no se pueda quemar una persona por accidente, y todo esto está pintado con pintura de alta temperatura de color negra”, con detalles a considerar, como el lugar en donde colocar la salida, el codo con salida para el hollín de forma cómoda y accesible.
Además de los calefactores, en la herrería se fabrican los artículos tradicionales, como rejas, portones, rejas para ventanas, canastos de basura, discos de arado, “hacemos presupuesto sin cargo”.
Aguirre rescata mucho a quienes han estado cerca en su recorrido, uno de ellos fue “Juan José Lezica, una de las personas que más me enseñó de la vida, era un compañero de trabajo cuando yo tenía 16 años; como también de muchas otras personas que me fui encontrando en la vida, como mi socio -que también me ayudó en los momentos que no eran tan buenos-”, sostiene, “siempre he intentado resolver los problemas, y no he tenido vergüenza de entrar a vender a la comisaría, y he vendido”, dice el hombre que también tiene tiempo para pensar y exponer su mirada espiritual de la vida. “Uno en la herrería también tiene que darse un lugar para la paz, no todo es golpe y palo. Aquí por muchísimos años funcionó una peña, uno tiene que abrirse a otros”, finaliza el herrero del barrio.
Contacto: en Facebook “Julio César Aguirre”, TE 2314 46-4442